La batalla de los Jardines de cadáveres, se trato de un enfrentamiento entre fuerzas de Sigmar compuestas por los Anvils of the Heldenhammer y los necrófagos que habitan en la zona. Desarrollándose durante la Guerra por los Portales en la Era de Sigmar en el Reino de Shyish.
Previa[]
Incluso en la descorazonada tierra de Shyish, el reino ruinoso de Voldyr era una región sórdida. Yurvash el Patibulario, un Lord-Celestan de los Anvils of the Heldenhammer, encabezaba la marcha. Desde los Valles Sueñopenumbra avanzaban los trescientos guerreros del Heldenhammer, abriéndose camino a través de las necrópolis gobernadas por las Reinas Aliento de Muerte para llegar a Voldyr y reclamar la legendaria Puerta de los Cadáveres. La captura de un nuevo Portal del Reino que comunicara Shyish y Azyr era una misión sagrada y Yurvash se entregó a ella como si la mirada del Dios-Rey lo acompañara a cada paso. A medida que los Stormcast se adentraban en los bosques que rodeaban el portal sintieron como les sobrevenía un frío mortal. Conocedores de la muerte, Yurvash y sus guerreros recordaban demasiado bien el gélido abrazo del inframundo. Se enredaba en los árboles, altos como torres de guardia y con las ramas cuajadas de cadáveres colgantes. Los guanteletes se cerraron en torno a las empuñaduras de los martillos y los yelmos negros escrutaban la oscuridad, atentos al menor movimiento.
A varias millas de distancia se alzaban, como un hueso astillado las ruinas de la fortaleza Voldyr, en medio de los Jardines de Cadáveres. Su patio central albergaba la Puerta de Cadáveres, un arco de restos humanos contorsionados, por siempre gimientes. Frente al portal, el rey Sorbehuesos celebraba audiencias cuando uno de sus Infernales de Cripta descendió para informarle de la invasión. Con un siseo de furia que hizo que sus súbditos corrieran a esconderse en las sombras, ordenó a su Marqués Retchbile que reuniera las tropas. Los visitantes iban a comprender lo osada que había sido su intrusión.
Batalla:[]
En el bosque, los Anvils of the Heldenhammer se encontraban en el corazón de Los Jardines de Cadáveres. Desde los árboles, cuerpos desmembrados y cadáveres reanimados intentaban morder a los Stormcast o suplicaban que les concedieran una muerte verdadera. Ignorando sus súplicas, Yurvash y sus guerreros seguían hacia adelante. Entonces la tierra templo.
Los reyes necrófagos tuvieron el honor de ser los primeros en atacar, con su espantoso líder en cabeza. En sus mentes profirieron heroicos vítores y enarbolaron sus estandartes justo antes de lanzarse a través del reluciente bosque estival. Pero lo que Yurvash vio no tenía nada que ver son esa imagen. El Lord-Celestant dio un paso atrás, horrorizado por la aparición de entre la maleza de un millar de criaturas deformes, cuyos siseos casi animales eran tan fuertes que ahogaban las palabras de un hombre y acallaban el parloteo de los cadáveres colgantes. Esos seres necrófagos inundaron el bosque como insectos expulsados de su nido, clavando las garras en la tierra de pura ansia de combate. Yurvash se recobró rápidamente de su estupor y ordenó a sus Liberators que formaran un círculo defensivo. Tras el muro de escudos negros, los Judicators descargaban sus ballestas sobre las filas enemigas.
Cada vez más y mas cuerpos pálidos se amontonaban en el fango y cada vez más y más criaturas pisoteaban sus restos para caer sobre los Stormcasts. Con estoicismo, los Anvils of the Heldenhammer mantuvieron la posición. Por cada Liberator que sucumbía a las mugrientas garras de aquellos seres cadavéricos, cientos de cabezas calvas se convertían en puré con sus martillazos.
Entonces las oscuras siluetas de los Desolladores de la Cripta cayeron en picado sobre los Stormcasts. Las enormes bestias de ojos enloquecidos arrancaban a los Liberators de sus puestos y los destrozaban provocando destellos de luz. Los Prosecutors alzaron el vuelo, proyectando sombras fantasmales sobre el bosque encantado con sus alas resplandecientes. Armados con martillos electrizados, se enzarzaron en mortíferos duelos aéreos con aquellos horrores alados.
Desde la fortaleza Voldyr, Sorbehuesos contemplaba la batalla con ojos ansiosos. Hasta ahora los invasores habían rechazado las formaciones de caballeros e infantería de Lord Liverbelch, pero sus tropas habían logrado acorralarlos. Era el momento de desplegar a los Mordientes Reales. Una fila tras otra de estos guerreros de élite cargó desde el castillo a los graznidos del Marqués Gruelsop.
Yurvash era consciente de que mantener la posición ante esta nueva oleada de enemigos equivalía a morir. Con un poderoso grito de guerra, el Lord-Celestant encabezó una tentativa de liberarse de la presa enemiga, con filo y maza por delante. En ese momento, antes de que la nueva oleada de horrores pudiera golpearles, el Lord-Relictor de Yurvash apareció junto a él. El sacerdote lo guió a un claro del bosque con un pequeño montículo que podía proporcionarles una posición defensiva.
En una lucha desesperada entre los árboles, los Anvils of the Heldenhammer se abrieron paso hasta el claro. En el cielo oscurecido, los vigilantes de la muerte (como se hacían llamar la corte de los Desolladores de la Cripta) masacraba a los Prosecutors que se estrellaban contra el suelo y se desvanecían en un haz cegador. Los disparos de los Judicators servían de cobertura a la hueste Stormcast que vadeaba el mar de necrófagos. A medida que la batalla arreciaba, más y más seres siniestros se unían a la refriega. Los Stormcasts caídos parpadeaban y se desvanecían, regresando a los cielos, pero dejaban tras de sí un camino empedrado de pálidos cuerpos destrozados. Por tres veces intentaron los Vigilantes de la muerte apartar a Yurvash de su formación y las tres veces fue repelida por los rayos del Lord-Relictor.
Al tiempo que rebanaba la cabeza de un Horror de la Cripta, Yurvash alcanzó el claro y se encaramó a la colina, desde donde empezó a arengar a sus guerreros. Extrañamente, el ataque se detuvo. Incluso las criaturas voladoras se retiraron, dejando a los Stormcast de armadura negra retomando aliento y preguntándose a qué venía esa retirada repentina. La respuesta no tardó en llegar.
Un sonido escalofriante sobresaltó a Yurvash. Al volverse descubrió al aberrante rey necrófago sobre su Engendro del Terror, desenroscándose de un árbol al borde del claro. Con una larga zarpa, Sorbehuesos señaló al Lord-Celestant, desafiándolo inequívocamente. Ignorando la mirada disuasoria de su Lord-Relictor, Yurvash avanzo con la espada y el martillos listos para atacar. En ese momento los Mordientes Reales emergieron de los árboles y cayeron sobre los Stormcast. Separado de sus guerreros, Yurvash luchaba por su vida. Las garras de Sorbehuesos arañaban su armadura y Yurvash respondía con golpes atronadores. Entonces Yurvash atravesó el cráneo del Engendro del Terror con su espada y arremetió contra Sorbehuesos. Con una rapidez imposible, el rey se echó sobre él y Yurvash pudo captar un destello de la demencia de Sorbehuesos. Un noble señor de reluciente armadura lo miraba desde arriba con una promesa de muerte en los ojos. Un segundo de distracción bastó para que el rey empalara al invasor y Yurvash se uniera a sus guerreros.
Consecuencias[]
Con la victoria de los necrófagos de Sorbehuesos y con la muerte y desvanecimiento para su reforja de la totalidad de los Stormcasts, impidió la conquista y apertura del portal del Reino. Aunque esto no impidió que Sigmar pudiera enviar más tropas, haciendo peligrar establecerse en el Reino de la Muerte y tener comunicado a Shyish con Azyr gracias a otros portales. Aunque abría ayudado tener otra vía de comunicación.
Hasta la fecha el portal sigue cerrado, bajo el dominio de las Cortes comedoras de carne y Sigmar no ha intentado enviar ninguna expedición más para reclamarlo.
Fuentes:[]
- Tomo de Batalla: Muerte - Flesh-Eater Courts (1ª Edición)