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La Cruzada Heldenhammer fue uno de los principales conflictos militares que se produjeron durante las Guerras por los Portales. La cruzada vino motivada por el descubrimiento del paradero del perdido martillo sagrado Ghal Maraz, y en su momento supuso las mayor movilización de tropas sigmaritas vista desde la Era de los Mitos. Esta cruzada destaca además por el enorme número de bajas que sufrió el bando atacante y por las extrañas geografías en las que tuvieron lugar algunos de sus principales episodios.
Antecedentes[]
La violenta irrupción de las fuerzas del Caos supuso un final abrupto para la Era de los Mitos. Con su Panteón dividido, Sigmar luchó incansable contra los ejércitos invasores. Pero aunque armado con su martillo Ghal Maraz era invencible, por cada victoria que obtenía en una región se producían muchas otras derrotas en los diferentes reinos. Lentamente los ejércitos del Caos se fueron imponiendo en diversas regiones, siendo la más importante de todas ellas la confluencia de Portales del Reino conocida como Todaspartes.
Fue de esta manera como se llegó a la Batalla de los Cielos Ardientes, la última gran batalla en la que participó el Panteón de Sigmar unido. En el momento más álgido de la batalla Sigmar vislumbró a Archaon, el elegido por los dioses del Caos para liderar sus fuerzas. Dispuesto a terminar de un sólo golpe con el enemigo, Sigmar lanzó con todas sus fuerzas el Ghal Maraz contra su rival. Ese fue un error del que el dios-rey se arrepentiría durante cientos de años, puesto que donde creyó ver al general enemigo había en realidad una visión conjurada por Tzeentch ocultando un portal dimensional. Tras engullir el martillo de Sigmar el portal desapareció, dejando al dios-rey sin su arma más poderosa. De esta manera el bando de Sigmar perdió la batalla. Tras una serie de ataques desesperados resultó patente que el poder de Sigmar no era suficiente para contener al Caos por lo que el dios-rey evacuó a todos los refugiados que pudo al Reino de Azyr para posteriormente clausurar sus portales y disponerse a preparar su venganza. Unos preparativos que le tomarían cientos de años.