El Dios-Rey Sigmar gobierna Azyrheim como un sol dorado ardiente, y bañados por su luz los mortales veneran su nombre sagrado. Conforme los Eternos de la Tormenta conquistan y capturan portales hacia los Reinos Mortales, los Devotos marchan a su paso, consagrando el suelo en nombre del Heldenhammer.
Sigmar siempre ha inspirado fe y fanatismo en sus seguidores, y los ciudadanos de Azyrheim no son una excepción. Desde las brillantes Catedrales de Hallowhammer que llenan los Distritos de devoción de la ciudad, hasta los altares que se agolpan en las carreteras a lo largo y ancho de Azyr, siempre hay adoradores que harían cualquier cosa por su señor celestial.
Conforme la Tormenta de Sigmar cruza los Reinos Mortales, sus Devotos la siguen de cerca. Marchan a través de las tierras torturadas en enormes procesiones. Muchos visten harapos, ya que no puede haber posesión más grande que su fe en Sigmar. Multitudes de Flagelantes bendicen el suelo con sus pies sangrantes y sus plegarias cantadas. Cuando encuentran hombres o bestias corrompidas por el Caos, caen sobre ellos con fervor rabioso.
Junto a las filas de los Devotos se alzan los Cazadores de Brujas de la Orden de Azyr. Rastreadores veteranos que desarraigan la mancha del Caos en los reinos reencontrados. Al igual que sombras vengadoras, se mueven entre las ciudades de las gentes de Azyr, susurrando en los oídos de los Devotos y los señores. Juntos, Devotos y Cazadores de Brujas sirven como guerreros voluntarios en los ejércitos de reconquista de Sigmar, siempre deseosos de purgar la mancha del Caos en los Reinos Mortales.