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La Era de los Mitos fue la primera era conocida en la historia de los Reinos Mortales. Tuvo lugar tras la destrucción del Mundo-que-fue, aunque desconocemos exactamente cuanto tiempo pasó entre ambos eventos.

Es difícil separar los hechos de los relatos apócrifos, pues en esta era se mezclan mitos y leyendas. La gloria de esa época perdida aún se puede entrever en ciertas reliquias o ruinas arquitectónicas. Sus secretos, sin embargo, se perdieron bajo la bota del Caos o fueron ocultados por los dioses.

El Despertar de Sigmar[]

Dracothion encuentra mallus

Dracothion encontró a la deriva a Mallus, y aferrado al mismo al espíritu de Sigmar

La Era de los Mitos se inició cuando el dragón estelar Dracothion encontró a Mallus, el núcleo del Mundo-que-fue. Esta bola incandescente se encontraba a la deriva por el vacío y el dragón se sintió atraído por su brillo. Dracothion partió en su búsqueda con la intención de capturarla y colgarla en los cielos para poder admirar su belleza. Pero aferrada a esta brillante esfera de Sigmarita se encontraba el espíritu de Sigmar. Dracothion sintió una enorme afinidad con este espíritu, por lo que utilizó su cálido aliento para revivirlo y le permitió montar a su espaldas. Sigmar le dió las gracias a su salvador y le ofreció diversos presentes como muestra de su gratitud. Por su parte, Dracothion le mostró los puentes celestiales y los pasajes cristalinos que llevaban a los Reinos Mortales.

La exploración de los Reinos Mortales[]

Era Mitos sigmar

Durante sus viajes, Sigmar derrotó a un enorme número de bestias gigantescas

Sigmar emprendió grandes viajes de descubrimiento, explorando cada uno de los ocho Reinos Mortales. Poco se sabe de los Ocho Reinos Mortales antes de Sigmar. Cuando éste llegó a ellos, los mundos aún estaban cubiertos por el rocío de la creación, si bien mucho de lo que había en aquellos reinos desperdigados ya era antiguo. El recién despertado Sigmar deambuló asombrado, hallando portales entre los reinos y explorándolos uno a uno. Cada uno de estos increíblemente vastos reinos estaba asociado con uno de los vientos mágicos del Mundo-que-fue, carácter que determinaba su geografía y características. Por su parte los Portales del Reino conectaban entre ellos lugares situados a gran distancia, permitiendo incluso el viaje entre reinos.

Viajó mucho y lejos, halló enclaves de Humanos primitivos y derrotó a bestias monstruosas. Existen abundantes relatos sobre los encuentros de Sigmar, como el que cuenta su victoria contra los gigantes volcánicos, liberando a Aqshy de su tiranía. También derrotó a Ymnog, abuelo de los Gargants y padre de la Bestia Celestial Behemat. Incluso Auroxis, la Bestia del Mundo, cayó bajo los golpes de Ghal Maraz, el martillo de Sigmar.

Era Mitos 1

La civilización floreció con la ayuda de Sigmar

Allí donde Sigmar fuera, hallaba bestias y criaturas asombrosas, pero también enclaves de mortales luchando por sobrevivir. Para ellos, Sigmar era nada más y nada menos que el mayor de los dioses, un inmortal que había tomado forma humana. Los bárbaros se reunían en torno a aquel que expulsaba a los monstruos. De hecho, la mayoría de depredadores de los Ocho Reinos huían ante la mera visión de Sigmar, y aquellos que no lo hacían eran despachados por su reluciente martillo o por los relámpagos de Dracothion.

Sigmar enseñó a los humanos muchas cosas y ellos le adoraron. Las civilizaciones florecieron y, en pocas generaciones, los cazadores que usaban armas de pedernal dejaron de ser nómadas y erigieron ciudades con majestuosas torres. Guiado por un conocimiento intrínseco o por el destino, Sigmar encontró o despertó a otros dioses, con consecuencias dispares.

Sabemos que previamente los Slann Starmaster decidieron que había llegado el momento de retomar El Gran Plan, llevando sus Templos-Astronave a los cielos de Azyr, más allá de la vissta de los mortales. En secreto, ayudaron a que muchas tribus prosperaran brindándoles secretos mágicos e incluso tecnología de Los Ancestrales. Es en esta época además cuando los Slann toman control de los primeros nodos en la que se convertiría en la Astromatriz Arcana.

El Panteón de Sigmar[]

Artículo Principal: Panteón de Sigmar

El Reino Amatista: Nagash[]

Nagash 2

Nagash, el gran nigromante, fue encontrado por Sigmar en Shyish

Sigmar derrotó a los Hydragors esqueléticos que custodiaban los Portales sin Estrellas, las puertas que permitían el paso a Shyish, el Reino de Amatista. Gnorros, el padre de los Hydragors, se enfadó tanto por la destrucción de sus guardianes que clavó sus garras en las Tierras Interiores Primas intentando atrapar a Sigmar. El Dios-Rey se escapó pero la muescas de las garras de Gnorros crearon los Lagos Encadenados y los remolinos conocidos como Mandíbula Marina y el Nihil Negro. En sus viajes posteriores halló a Nagash en lo más profundo del inframundo, enterrado bajo un túmulo de Piedras del Reino del tamaño de una montaña. Aunque en el Mundo-que-fue ambos fueron enemigos, tras una larga deliberación Sigmar decidió darle una oportunidad y revivirlo. Ambos se convirtieron en unos mortíferos aliados, destruyendo criaturas como el Rey de las Constelaciones Rotas, la Luz Devoradora, los Duques Abisales y Symir, el Primer Fuego. Sigmar terminó considerando a Nagash como a un hermano, aunque el nigromante codiciaba en secreto el poder de los inframundos y planeaba consumirlos a todos.  

Metal y Fuego: Grungni y Grimnir[]

Mientras Sigmar exploraba Chamon, escaló las Montañas de Hierro. En la cima más alta halló a dos dioses encadenados. Grungni y Grimnir. No revelaron cómo habían llegado hasta allí pero, una vez libres, ambos dioses Duardin juraron lealtad a su libertador.

Cómo eligió pagar su deuda cada dios dice mucho acerca de su carácter. Grungni era un maestro de la metalurgia, el padre forjador de su raza. Ahora que su cuerpo estaba lisiado, Grungni resolvió saldar la deuda mediante su artesanía, y se ofreció a fabricar cualquier cosa que Sigmar deseara. Grimnir, por su parte, no era un armero, sino un dios guerrero, así que le pidió a Sigmar que nombrase un enemigo digno de sus hachas, pues era de temperamento colérico y deseaba quedar en paz con Sigmar de inmediato.

Grungi reunió a su pueblo disperso y fundó el Karak de Hierro. Entretanto su hermano Grimnir recorría en solitario las colinas de Aqshy. Las batía en busca de la sierpe de fuego que Sigmar había nombrado y que aterrorizaba aquella región. La criatura a la que Grimnir siguió hasta su cubil era Vulcatrix, Madre de las Salamandras, el ser mitológico del que nacieron las llamas de los mundos. La sierpe de fuego se desenroscaba sobre el abismo fundido, sin que pareciera tener fin, alzándose muy por encima del dios guerrero Duardin. El aire destellaba y crepitaba. Sin arredrarse, Grimnir alzó sus hachas y cargó.

Era Mitos grimnir 1

El combate entre Grimnir y Vulcatrix fue de proporciones cataclísmicas

El titánico choque que tuvo lugar vive en las leyendas, pues aplanó las colinas circundantes y creó las llanuras de Aqshy. Cuando Vulcatrix rodeó a Grimnir, la barba y cresta de este prendieron en llamas, pero eso no hizo sino avivar la furia del dios. Las hojas de Grimnir hendieron en siete ocasiones las escamas fundidas de Vulcatrix, y el magma brotó de sus heridas. A su vez la Ur-Salamandra hirió con sus garras al enemigo numerosas veces. Ninguno se rendía y, según se recrudecía su duelo, tanto más lo hacía el infierno que les rodeaba.

En un último embate tumultuoso, ambos contendientes se abalanzaron de cabeza el uno contra el otro, quedando dios y bestia hechos añicos. Sus pedazos se desperdigaron por el vacío como una lluvia de meteoros ardientes. Allí donde caían las brasas candentes de Vulcatrix surgía un nuevo volcán. Por su parte, los fragmentos ardientes de Grimnir se transformaron en la mágica sustancia que los Matadores Ígneos llaman Ur-oro, pero esa es una revelación que los Duardin no comparten con nadie.

Choque de Fuerzas irresistibles: Gorkamorka[]

Sigmar halló a Gorkamorka en el Reino de las Bestias. El dios pielverde de dos cabezas estaba atrapado en el interior de Drakatoa, la avalancha viviente que dominaba Ghyrria. Suspendido en el cieno primordial de esta monstruosa masa de ámbar, a Gorkamorka no le servían de nada su fuerza brutal ni su mente astuta.

Pese a que sospechaba que esa acción le traería problemas, Sigmar hizo que Dracothion bajase en picado. Como un cometa que cae del cielo, Sigmar lanzó su grito de guerra. Los relámpagos cósmicos del Gran Dragón y los mazazos de Ghal Maraz derrotaron a Drakatoa.

A Gorkamorka le complacía verse libre, aunque también estaba furioso; jamás se había visto atrapado de aquel modo, y jamás había necesitado ayuda. Como es natural en una criatura de emociones violentas, su reacción fue atacar. Y de qué modo. El dios bicéfalo alzó su maza y propinó a Dracothion un garrotazo que le dejó inconsciente. Iracundo por aquel ataque injustificado, Sigmar se levantó de su montura caída e inició lo que iba a convertirse una batalla de doce días. El estrépito del intercambio de golpes entre ambos dioses sacudió los Ocho Reinos Mortales. Cuando Sigmar derribó a su enemigo, hizo alzarse las Montañas de Maraz, mientras que los Cañones Tajo fueron creados por los porrazos fallidos del colosal garrote de Gorkamorka. Una miríada de depredadores se acercaron, atraídos por el olor de la sangre, pero el espectáculo era tal que las sierpes solares y los Shaggoths permanecieron unas junto a otros, las criaturas más hostiles que existen absortas ante el despliegue de fuerzas destructoras que tenía lugar producía delante de sus ojos.

Pero hasta los dioses se agotan. Al fin, dejando sus armas a un lado, ambos dioses se observaron desde los extremos del entorno ruinoso. En vista de la devastación que habían provocado en el paisaje y de la audiencia de feroces monstruos a los que su duelo había atraído, los dos sonrieron y luego rieron, y las ásperas carcajadas del dios pielverde se mezclaron con las sonoras risotadas de Sigmar. Viendo que el dios forzudo había igualado su propia belicosidad, Gorkamorka estrechó la mano del hombre-dios y accedió a pelear junto a el, y no contra él. 

La Gran Alianza: Tyrion y Teclis[]

Tyrion despertó en Xintil, en el corazón de Hysh. El poder que absorbió del viento de Hysh previamente a la destrucción del Mundo-que-fue le había convertido en un dios de la luz. Exploró solitario los diez paraísos de Hysh. Durante estos viajes puede oír la voz de su hermano en el viento y viajó al perímetro hostil, llegando al borde del reino. Sus ojos se derritieron por la intensidad de la luz, pero llamó la atención del espíritu elemental de la luz brillante que ocupa la región y brilla como el sol del resto de reinos. Encuentraron una causa común, pero Tyrion no recordaría nada del encuentro. Despertó en el centro del reino junto con su hermano Teclis. Los dos se habían convertido en mitades gemelas del mismo poder divino, que, en lugar de estar dividido o disminuido, se vió reflejado y ampliado. Tyrion descubrió que podía ver a través de los ojos de su hermano, y este le enseñó a ver los reinos a través de su percepción extrasensorial. Vagaron por el reino juntos hasta que encuentraron a Sigmar. Se alegraron profundamente por el reencuentro, y forjaron una alianza  iniciando el Panteón de Sigmar

Sin embargo apenas quedaban unos pocos elfos en Azyr, mientras que el resto aparentemente habían sido consumidos por Slaanesh durante la destrucción del Mundo-que-fue. Los hermanos marcharon a Shyish buscando un lugar en el que puedieran estar las almas de sus perdidos parientes. Unos misteriosos monjes les explicaron que un ser conocido como Malerion también buscaba las almas de los elfos, y lo reconocieron como un compatriota del Mundo-que-fue. Ni los hermanos podían ir a Ulgu ni Malerion podía ir a Hysh, pero podían reunirse en Shyish. Fue así como los monjes los llevaron a la localizacion en que se encontraba Malerion. Descubrieron que Hysh y Ulgu estaban ligados y que debía existir un subreino penumbral entre ambos. Es gracias a esta metalogica que descubrieron Uhl-Gysh. Asimismo, se forjó una alianza con el objetivo de atrapar a Slaanesh.

Dominio de Sombras : Malerion y Morathi[]

Ulgu 1

En las sombrías tierras de Ulgu encontró Sigmar a Malerion y Morathi

En los inicios de la Era de los Mitos, Malerion se despertó solo y sin recuerdos en el reino de Ulgu como una entidad etérea y sombría.  Aprovechando su odio, logró recuperar sus memorias y adoptar una forma sólida. Fue así como viajó por las tierras de Ulgu, explorando sus trece dominios. Descubrió muchas criaturas extrañas pero ninguna como él. Un día, Malerion encontró a Morathi, la que había sido su madre en el Mundo-que-fue. Ella también había cambiado y no estaba sola, pues le acompañaba una camarilla de demonios de la sombra. Malerion y su madre se separaron como enemigos en el mundo anterior, y su reunión fue hostil, llena de odio y frias recriminaciones. Pero aunque carecían de confianza mutua acordaron finalmente una tregua entre ellos. Sigmar los encontró ya unidos, y aceptaron unirse a su alianza.

La Diosa de la Vida: Alarielle[]

Alarielle sigmaroteca

Alarielle, Reina del Bosque Radiante

En el Reino de Ghyran Alarielle sembró sus semillas, creando la raza de los Sylvaneth y expandiendo sus dominios por todo el reino. En estos tiempos la diosa lucha por mantener la paz en Ghyran, mediando en las diversas rivalidades que surgieron entre Humanos y Sylvaneth. El Roble de Eras Pasadas, un fragmento superviviente del Mundo-que-fue que se encontraba a la deriva por el vacío, terminó descansando en Ghyran. Sigmar acudió a investigar y trajo la civilización a los Humanos que habitaban en el Reino de la Vida. Fue entonces cuando los Humanos de Sigmar y los Sylvaneth de Alarielle alcanzaron acuerdos gracias a los cuales se alcanzó la paz y se empezaron a alzar ciudades. Con la expansión de las civilizaciones de Sigmar por los Reinos Mortales el Dios-Rey solicitó a Alarielle que se uniera al creciente Panteón de Sigmar, solicitud que la diosa de la vida aceptó finalmente.

Creación del Panteón[]

Era Mitos 4

Sigmar continuó viajando largos años antes de retornar a los Cielos de Azyr. Una vez allí invocó a los seres más poderosos que había encontrado durante su viaje. Fue una reunión de poderes como jamás antes se vio, pues Sigmar había reunido un panteón que incluía dioses, semidioses y hasta monstruos zodiacales. Para dar cabida a tamaño cónclave, aplanó la cima del Monte Celestian, la cumbre más alta de todas. Con las estrellas brillando en torno a ellos, cada uno de los invitados ocupó su lugar y se estableció el alto consejo. 

A pesar de sus diferencias, y de que muchos de los dioses eran viejos archienemigos, se llegó a un acuerdo entre todos.  

Se nombró un protector para cada uno de los Ocho Reinos Mortales y se delimitaron las diversas regiones y sus fronteras. Se prestaron juramentos de alianza y comenzó una era dorada. Estos fueron los protectores elegidos para cada reino:  

La Utopía[]

Era Mitos 3

El comercio entre los distintos pueblos fue fundamental para que se alcanzara un alto nivel de desarrollo

Hubo una edad dorada de cooperación. Con ayuda de los dioses, proliferaron muchos nuevos asentamientos por los Ocho Reinos. Grungni enseñó a la humanidad cómo trabajar el metal y Nagash impuso orden entre los espíritus de los muertos, mientras sus muertos andantes sin mente ayudaban a construir ciudades y estructuras defensivas. Estas ciudades se alzaron rápidamente, desde los páramos del Reino de Chamon hasta los agrestes bosques de Ghur. El comercio entre reinos era próspero y, pese a que descubrieron peligros inefables, su sólida alianza les permitió sobreponerse a todos ellos.

Primeras fracturas en el Panteón[]

Ya en aquella época comenzaron a aparecer grietas en la base de esta nueva utopía. Varios dentro del panteón de Sigmar estaban desorientados. El más díscolo de todos era Gorkamorka, la deidad bicéfala de los pielesverdes. Cansado del continuo desasosiego que provocaba, Sigmar le encargó que despejase las regiones salvajes. Durante un tiempo, el belicoso dios se tomó en serio su papel de cazador de monstruos y limpió las llanuras de Ghur. Alarielle, por su parte, cada vez estaba más distante, pues anhelaba el Mundo-que-fue. Ahora sólo deseaba cuidar de sus extrañas cosechas. Sus períodos de reclusión en el Reino de la Vida eran cada vez más largos y le apesadumbraba regresar a la Bóveda Celestial para los concilios y las interminables trifulcas que allí tenían lugar. 

Aunque Malerion , Tyrion y Teclis ayudaron a las civilizaciones recién fundadas, lo primero para ellos era buscar a los de su raza. No se había dado con rastro alguno de los Aelf, pero todos ellos soñaban despiertos con gritos lejanos de angustia, el sonido que los condenados proferirían durante los tormentos más retorcidos. Los dioses Aelven empezaron a buscar a Slaanesh, el dios del Caos que había absorbido las almas de la mayoría de miembros de su raza tras la caída del Mundo-que-fue, dejando cada vez más de lado su alianza con Sigmar.

Era Mitos 2

A pesar de que la Era de los Mitos fue una increíble utopía, lentamente se fue gestando la fractura del Panteón de Sigmar

Incluso el propio Sigmar terminó disgustando con su paternalismo y secretismo a algunos de sus aliados. Teclis regaló a Sigmar unas máquinas de su propia creación, los Ingenios de Iluminación, los cuales tenían la capacidad de otorgar conocimiento a aquellos que las utilizaran. Pero Sigmar poseía una enorme cantidad de poderosas armas y artefactos que había ido acumulando durante sus batallas contra las temibles criaturas que anteriormente dominaban los Reinos Mortales. Fue así como se crearon las Criptormentas, un conjunto de escondrijos repartidos por todos los Reinos Mortales en los que Sigmar ocultó sus peligrosos artefactos. Temeroso de que estas maravillas pudieran terminar en malas manos en el futuro, encargó a Grungni que manipulara los Ingenios de Iluminación para que en lugar de otorgar conocimiento tuvieran la capacidad de ocultarlo. El dios Duardin aceptó gustoso el encargo encantado de poder deformar las creaciones de  su arrogante rival Aelf, transformando los Ingenios de Iluminación en los conocidos como Penumbral Engines, máquinas que provocan que todo el mundo olvide aquello que les rodee. Grungni hizo bien su trabajo y las criptas quedaron ocultas, pero una de las razones para aceptar el trabajo fue la certeza de saber que Teclis terminaría descubriendo su hábil manipulación, puesto que nada puede ocultársele al dios del conocimiento. Cuando finalmente el Aelf descubrió este hecho, se tomó la acción de Sigmar como un insulto. Teclis habló del tema con su gemelo Tyrion y ambos decidieron que algún día Sigmar pagaría por su arrogancia.

Por su parte, Nagash se dedicó a conquistar más y más Inframundos, devorando a sus señores y volviéndose de esta manera más y más poderoso. Al Gran Nigromante le disgustó que Sigmar fomentara la llegada de colonos vivos a Shyish y la construcción de ciudades en dicho reino, puesto que lo consideraba como suyo por derecho propio. sin embargo ocultó sus intenciones e incluso envió a legiones de muertos vivientes para que construyeran ciudades para los vivos. Bajo muchas de ellas se construyeron en secreto enormes ciudadelas subterráneas que servirían para sus fines más adelante. Es en esta época cuando dió inicio a diversos planes a largo plazo que asegurarían su supremacía. El primero fue el inicio de la construcción de su Gran Pirámide Negra, un ambicioso plan que tendrá gran repercusión centenares de años más tarde. El segundo fue la creación de los Ossiarch Bonereapers, el que sería su ejército definitivo. El primero de ellos fue Katakros, uno de sus Mortarcas, pero luego siguieron muchos más. El resto de miembros del Panteón de Sigmar reaccionaron con gran hostilidad al descubrir sus creaciones, por lo que desterró a su primera legión de Ossiarch a los borde del reino y al resto, creados en secreto, los ocultó en las ciudadelas subterráneas que había mantenido ocultas. Pasarían cientos de años antes de que estas temibles legiones asolaran los Reinos Mortales.

 La Captura de Slaanesh[]

La historia de la búsqueda de Malerion y Tyrion es enrevesada, pues las argucias de los Dioses Oscuros están implicadas en ella. Durante la caída del El Mundo-que-fue Slaanesh, Príncipe Oscuro del Caos, capturó la práctica totalidad de las almas del pueblo Aelf. Cada una de estas almas constituía para Slaanesh un manjar selecto dado que la pasión era una emoción intrínseca a este pueblo. Entregándose al festín con suma displicencia, el dios se dispuso a devorar estas almas pero tras el mismo terminó abotargado e indefenso y se retiró a su guarida oculta para digerir su copioso banquete. Mas, pese a ser tan cauteloso, Slaanesh no escapó a las tramas de Tzeentch, quien manipuló a Khorne y a los neonatos dioses Aelf.

A Tyrion y Malerion les preocupaba enormemente que sólo quedaran con vida unos pocos representantes de su antiguamente orgullosa raza, la mayoría de ellos recluidos en Azyr. Con la ayuda de Teclis y Morathi, los dioses Aelven tramaron un extremadamente complejo plan para atrapar a Slaanesh y liberar las almas de su pueblo. Entrenaron a los mejores magos Aelven que encontraron para que les ayudaran en su cometido, dedicaron decenas de años para la preparación de su estrategia. Finalmente, encontraron a Slaanesh en Uhl-Gysh, una región oculta situada entre Hysh y Ulgu, y consiguieron atraer a la deidad hacia una trampa meticulosamente preparada que construyeron en dicha región oculta. Tras atrapar exitosamente al dios oscuro, consiguieron extraer del mismo una enorme cantidad de almas, las cuales se repartieron para sanarlas y reformarlas nuevamente.

Slaanesh atrapado

La prisión de Slaanesh en Uhl-Gysh

Sin embargo este plan no funcionó tan bien como esperaban y se encontraron con que muchas de estas almas estaban corruptas por el Caos. A partir de estas almas se crearon los Idoneth Deepkin y muchas de las Hijas de Khaine. Aun así puede considerarse que los pueblos Aelven salieron fortalecidos tras la captura de Slaanesh. El culto a Khaine de Morathi se propagó rápidamente ampliando su capital y extendiéndose por nuevas  tierras. Los Idoneth, creados por Teclis, huyeron de su creador y se escondieron en las profundidades de los mares, donde en el futuro crearían una gran civilización. Otros grupos de almas son salvadas, con una apariencia que varia entre lo monstruoso y lo angelical.

Tras su fracaso en la creación de los Idoneth, Teclis perfeccinó sus métodos y creó al grupo más estable de Aelfos, los Lumineth. Estos crean una cultura de perfeccionamiento e innovación en todos los paraisos de Hysh exceptuando el situado en el borde del reino. Algunos alcanzan un alto nivel de perfeccionamiento mental, otros viajan por los reinos cartografiando y adquiriendo conocimientos de botanica, biologia, historia y demás. No matan a las criaturas hostiles que encuentran, si no que intentan adiestrarlas y si no es posible las dejan libres o las envian a otros reinos si son muy peligrosas. Resulta para ellos un juego de niños aprender nuevos idiomas, ciencias o artes. Incluso son capaces de alcanzar la maestría en los mayores talentos con solo unas semanas de estudio. Dada la importancia que dan a la estetica, sus ciudadelas y palacios se vuelven más altos y ambiciosos con el paso de los años.

 El Gran ¡Waaagh![]

Tal y como pidió el concilio de dioses, Gorkamorka llevó a sus pielesverdes a los bosques, explorando los rincones más oscuros de los Ocho Reinos Mortales. Se veían obligados continuamente a luchar con bestias monstruosas, y hacerlo satisfacían parcialmente la naturaleza combativa de orruks y grots. Pero no les bastaba. Gorkamorka se cansó de las aburridas órdenes y leyes de los otros dioses y llegó a su límite.

Es imposible contener o dirigir la agresividad de un pielverde. Sin previo aviso, Gorkamorka estalló, lanzando un bramido todopoderoso. El rugido gutural estremeció los cielos, “¡Waaagh!”, un grito de guerra que hizo enloquecer aún más a los pielesverdes. La invasión subsiguiente lo pulverizó todo, como un alud viviente de violencia que barría por igual a monstruos y a viejos aliados. Las ciudades eran aplastadas y los ejércitos pisoteados. La cruzada pielverde siguió adelante, azotando los Ocho Reinos de un extremo a otro, dejando tras de sí un rastro de devastación total. Una vez hubo alcanzado el borde de la nada, el abismo del Fin del Mundo, Gorkamorka dio media vuelta y empezó de nuevo, asolando civilizaciones que aún estaban reconstruyéndose tras la destrucción previa.

El Gran ¡Waaagh! sólo conoció su fin cuando las tribus pielesverdes se sumieron en luchas intestinas. El propio Gorkamorka se dividió en dos entes, y ambos cayeron en las trifulcas tan típicas de su bárbara raza. Desde aquel día, Gorkamorka se ha reconstituido en varias ocasiones y cada una de ellas anunciaba otro ¡Waaagh! que reunía a las hordas de orruks más cercanas en una nueva oleada de violencia. Sin embargo, ninguna de las siguientes incursiones pielesverdes fue tan grande ni duradera como la primera, pues todas ellas se disolvieron en poco tiempo.

La mirada de los Dioses Oscuros[]

Durante todanla Era de los Mitos los dioses del Caos observaron avariciosamente los Reinos Mortales. Alimentaron los peores deseos de la humanidad, estas deidades esperaron su momento. Precisamente fue la falta de unión dentro del Panteón de Sigmar el factor más aprovechado por los poderes oscuros, propiciando el fin de la Era de los Mitos y el inicio de la Era del Caos.

Fuentes[]

  • Reglamento Age of Sigmar.
  • Reglamento Age of Sigmar segunda edición
  • Soul Wars (novela), por Josh Reynolds
  • Battletome Daughters of Khaine
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