Azyrheim. Un nombre que mueve el asombro a las gentes de Sigmar. Es la sede del poder del Dios Rey, una metrópolis en constante crecimiento repleta de altas torres que se alzan hacia las estrellas, bóvedas ornamentadas y una hermosura sin par. Asegurada la presencia de Sigmar en los Reinos Mortales tras las largas y sangrientas Guerras de las Puertas de los Reinos, fue su anhelo el de procurar para sus gentes la paz y el esplendor de la Ciudad Eterna.
Así se fundó la gran Hammerhal, construida a imagen y semejanza de ese lugar fabuloso. Entre sus imponentes torres se extienden tanto la belleza como el peligro, la fe y la intriga, la pobreza y la fortuna. Desde las agujas de reluciente cristal de Sendorado hasta los brumosos caminos bordeados de enredaderas de Ghyra-un-Tyr, no parece haber fin a las maravillas que atesora. Pero a pesar de la esplendorosa fachada de Hammerhal, la mayoría de sus habitantes nunca experimentan personalmente ni una fracción de su opulencia. La existencia de quienes viven en la periferia se caracteriza por el duro trabajo y el peligro, algo muy alejado del glorioso futuro que el pueblo libre de Azyr imaginó en tiempos.
La urbe comprende dos metrópolis hermanas en plena expansión, unidas por la antigua Puerta de los Reinos Fosatormenta y bajo un solo gobierno. Conocidas como Hammerhalt Aqsha y Hammerhal Ghyra, juntas son lo bastante grandes para cubrir un continente entero. La primera se extiende en el Reino del Fuego, la segunda se sitúa en el Reino del Florecimiento. Esta simbiosis única conforma tanto la mayor fortaleza de Hammerhal como su mayor debilidad, porque si bien Hammerhal se beneficia de los tesoros minerales de Aqshy y la fecundidad de Ghyran, las ciudades hermanas son tan mutuamente dependientes que si una cae, la otra la seguirá.
Fuentes[]
- Guía de Juego de Warhammer Quest: Shadows over Hammerhal