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(en contrucción)

Logo era caos

El Reino del Caos es una realidad vil con un vínculo tangencial con el resto de la creación. Es el hogar de los Dioses Oscuros y las legiones de engendros demoníacos que los obedecen.

Descripción[]

Los Dioses del Caos y sus dominios son uno, porque están formados por la misma energía aetérica. A medida que la influencia de un Dios del Caos sobre otros mundos amplía su poder, también lo hace su influencia en el Reino del Caos, y sus territorios aumentan.

Fortaleza de Khorne

Una fortaleza de Khorne en el Reino del Caos.

Como extensiones de los dioses, el aspecto de estos parajes lo da forma las mismas emociones que crearon a sus amos. El reino de Khorne se cimienta en la ira; las tierras de Tzeentch son cambiantes, magia pura; el territorio de Nurgle es un paraíso de muerte y regeneración, y en los dominios de Slaanesh abundan las tentaciones. Aunque reino y dios son uno, todos los Dioses del Caos poseen una forma que personifica sus personalidades y mora en el centro de sus territorios. Rodeados por sus ayudantes demoníacos, los Dioses del Caos vigilan sus vastos dominios, atentos ante la oportunidad de invadir los Reinos Mortales.

Buena parte del Reino del Caos es aleatoria, cambiante y en constante reforma. Por ella, bajo un cielo rojo, fluyen ríos de almas ardientes entre bosques petrifiicados. Hay escaleras imponentes que conducen al firmamento y se doblan en ángulos inverosímiles para acabar en su primer peldaño, como bucles inacabables; castillos hechos de hueso y fortalezas de icor endurecido que se alzan en mitad de florestas enmarañadas. Todo sueño, toda pesadilla, toda visión lunática o capricho demente tiene su hogar en algún punto del Reino del Caos, aunque los propios de los Dioses Oscuros sean los más poderosos y duraderos de todos.

Regiones[]

Existen dentro del Reino del Caos una serie de regiones o dominios vinculados a cada uno de los Dioses del Caos:

  • El Reino de Khorne: El dominio de Khorne es tierra de furia y violencia. Se cimienta en el asesinato y el conflicto, hogar de la batalla en todas sus formas. Empapado de sangre, es un eco del rugido furibundo de Khorne y el entrechocar de las armas, del restallido del látigo y de innumerables toques de clarín. En mitad de todo está la Ciudadela de Bronce.
  • El Reino de Tzeentch: de todos los parajes del Reino del Caos, los de Tzeentch son los más incomprensibles. Su reino está tejido con la tela pura de la magia. El Laberinto de Cristal se encuentra en una inmensa llanura iridiscente, y su presencia se percibe en todos los reinos demoníacos.
  • El Jardín de Nurgle: Los dominios de Nurgle no se componen de un erial, sino de un paraíso macabro, una jungla cansi infinita de vida, muerte y grotesco renacimiento. Este reinio malsano alberga todas las enfermedades y plagas posibles. Ramas retorcidas enmarañadas con enredaderas rotas cubren, entrelazadas, el terreno. Hongos espectaculares liberan nubes asfixiantes de espeoras. En este barrizal  primordial está la Rectoría de Nurgle. Decrépita y antigua, pero de recios cimientos, la mansión es una estructura ecléctica de madera podrida y paredes rotas. Bajo sus vigas, Nurgle trabaja eternamente ante un gigantesco caldero herrumbroso, receptáculo lo bastante grande para contener todos los océanos de los reinos. Entre risas quedas y murmullos, Nurgle remueve el contenido para crear contagios y pestilencias, vertiéndolo luego con cucharón sobre los Reinos Mortales para que también esas tierras puedan regocijarse en la plaga y la podredumbre.
  • El Reino de Slaanesh: El palacio de Slaanesh fue en tiempos un reino sextuplicado de placeres ilimitados y asombrosos huecos, aunque bajo la espléndida fachada yacía una gran vileza desde tiempos inmemoriales. Desde que Slaanesh fue encarcelado por Malerion, Tyrion y Teclis, este reino ha ido perdiendo espendor, y sus palacios, que antaño deslumbrantes, son ahora epítome de dejadez y abandono. Nadie sabe con seguridad si este reino se apagaría del todo o renacería si los seguidores de Slaanesh coronaran su larga y eufórica demanda; lo único que se sabe es que los secuaces de Slaanesh, sus demonios, y sus fieles jamás descansarán hasta que el Príncipe Oscuro ocupe de nuevo el trono que es suyo.

Fuentes[]

  • Reglamento Age of Sigmar (Segunda Edición), pág 116
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